Sandra es mujer, mamá, emprendedora y aunque ella misma nunca asistió a la escuela como muchas otras mujeres en El Salvador nos ha enseñado mucho en su paso por el Proyecto de Empoderamiento de Mujeres (PEM).
Ha trabajado desde muy joven. Tiene 15 años haciendo y vendiendo pupusas y tortillas, pero hace solo 5 años que empezó su propio negocio. La conocimos en 2019, en su pequeño puesto a la orilla de una calle principal en la comunidad de El Cocal en La Javia.

Después de que su pareja, José, mostrara interés en acceder a atención psicológica para ella con el fin de tratar de superar las secuelas de violencia intrafamiliar que enfrentó en su relación anterior. Después de escuchar los requisitos para acceder a la atención, él y ella se comprometieron a participar activamente en el PEM.

Sandra vive junto a José e hijos en una casa que ella describe como “provisional” que ellos mismos han construido con lámina y madera dentro de un terreno prestado/alquilado. No tienen conexión a energía eléctrica y al igual que toda la comunidad deben guardar toda el agua que puedan cuando llega cada 3 días. El sueño de Sandra es un día tener una casa propia para ella y sus hijos.
Antes del COVID-19, un día normal para Sandra comenzaba a las 4 a.m., poner a cocer el maíz y hacer el desayuno para sus hijos y José, su pareja. Luego, cuando el maíz estaba listo, iba al molino y después de desayunar subía a su puesto cargando plancha y tambo de gas, José cuando no iba a trabajar le ayudaba con esta acción, a las 10:00 a.m. comenzaba a hacer las tortillas del medio día. El proceso se repite por la tarde de lunes a viernes. Mientras ella estaba atendiendo, pedía a su pareja que fuera a comprar los ingredientes para el siguiente día.
El fin de semana repetía el proceso y le agregaba la preparación desde cero del curtido, salsa de tomate y rellenos para las pupusas que vendería, sábado y domingo por las tardes. Su día normal terminaba a las 9 o 10 de la noche cuando se iba a dormir después de dejar todo listo para comenzar el siguiente día.

Además de todo eso, cada miércoles, Sandra asistía sin falta a los talleres del Proyecto. Donde a pesar de sus limitaciones con la lectoescritura Sandra encontró la forma de mantenerse al día con las actividades.
“Siempre pido a Gloria o Flor si pueden escribir las explicaciones de los temas que hacen en los talleres. Así después, cuando llego a casa él (José) me lo lee y platicamos sobre eso.” comentó Sandra.
Los primeros días en los talleres fueron difíciles, como expresa Flor, la coordinadora del PEM.
“Cuando la conocí era muy callada. Era casi imposible hacerla responder con más de una palabra. Es un reto, pensé. Pero ella siempre está muy atenta y sabia las respuestas cuando le preguntamos algo”
Después del primer año en el PEM, era el momento de aplicar para obtener capital semilla. Sandra tuvo la oportunidad de sentarse y pensar qué era lo que más necesitaba para que su negocio pudiera crecer.
“Quiero una refrigeradora”. Dijo Sandra. El staff estaba confundido al principio y se preguntaron qué tan útil sería una refrigeradora sin conexión eléctrica.
“Ese es el reto, poner la conexión eléctrica” “si tengo refrigeradora, puedo guardar más materiales e ir menos veces al mercado. También puedo preparar de antemano sin exponerlo a que se me arruine antes de vender” explicó Sandra.
Ella tenía todos los planes claros en su mente, pasos bien definidos de lo que quería para su negocio y su vida. Claro que sus planes cambiaron cuando la pandemia del COVID-19 golpeó El Salvador en marzo. Todas las restricciones han hecho imposible que Sandra haga las gestiones para conectar la electricidad en su hogar y ponga a funcionar su refrigeradora con la que tanto había soñado y planeado.

A pesar de la pausa y cambios, Sandra se ha adaptado. Por indicaciones de la alcaldía, no puede vender en su puesto así que en el patio de su casa, hace tortillas una vez al día y por la tarde hace pupusas y su nuevo producto: antojitos típicos. Además, brindan servicio a domicilio.
Estas decisiones no han sido fáciles pero los conocimientos que he adquirido en el PEM han ayudado.
“He aprendido a ordenar mis gastos. Anotamos todo lo que vendemos y gastamos. Así sabemos cómo nos va con cada producto y nos dimos cuenta que las tortillas necesitan mucho esfuerzo y no deja mucha ganancia. Por eso ahora hicimos algo nuevo”
Según el staff del Proyecto, Sandra ha cambiado mucho en este tiempo. “Ahora tiene más confianza para hablar y dar sus opiniones. Siempre ha tenido claro lo que quiere, pero ahora lo expresa sin miedo” opina Flor.
Para Gloria, psicóloga del Proyecto, las metas de Sandra van más allá de lo material
“Al conversar con ella se ven señales de empoderamiento. Una refrigeradora significa dejar de depender de alguien más para hacer las compras diarias mientras ella atiende el negocio. Significa independencia.”
La perseverancia, actitud positiva e iniciativa de Sandra nos inspiran y recuerdan que los límites están en nuestra mente. Es increíble ver como nuevos conocimientos y tiempo para ellas mismas puede empoderar a una mujer. En el PEM descubren posibilidades que no habían considerado antes. Apoya a más mujeres como Sandra ahora.